viernes, 9 de julio de 2021

 Éxodo 22, mi ira se encenderá y os matara a filo de espada.

 

Hola Pichín, hace algún tiempo que nos conocemos, bueno, que te conozco.

Cinco o quizás seis años, es posible  que alguno más

Tengo que decirte que añoro el primer día que llegaste a mis manos… Oh! … Me dije, un tomate parlanchín.

Aquel primer día de septiembre del 2014, cuando a través de Sundi buscabas información sobre el templo del Dios Mon. Yo alucinaba, entenderás mis motivos… Un tomate. Y quise seguir tu historia, tu recorrido.

Fue en noviembre cuando reapareciste, en este momento, entre monos, Sundi continuaba contigo, avisándote de los peligros que tú no podías ni sospechar que existían. Pichín, Pichín… que locura era aquella, cabalgando a lomos de “Tilo nidos”

El sacrificio de una doncella entre trompetas y festines, las consultas al dios Mon. Tu ingenuidad solo eso pudo ser,  pero la salvaste.

Que sorpresa cuando encontraste tus perlas, esas que te dieron las Nereidas, sí, continuaban contigo, solo fue  un sueño.

En la ciudad de Atimon te esperaba una gran aventura, un secreto, los orígenes de aquella civilización de amazonas. Mujeres, tu historia las creo libres e independientes.

Fueron pasando los días y las aventuras se sucedieron, una tras otra, como los monos “Dimba” o  el “trágico Suceso”, también  el amor por Atarau.

Y aquellas “Huellas” sobre las rocas, el dolor de la marcha de Atarau.

Quizá, fue un momento en el que todos los que seguíamos tus aventuras nos olvidamos de que tú solo eras eso, “Pichin”  tu perdida fue la nuestra, y vagando entre zonas ocultas fuiste desgranando una aventura tras otra, tu dolor también fue el nuestro.

Hoy estás de regreso, tu retorno a esta realidad solo lo pueden entender  “Las Nereidas” ya que fueron ellas las que te trasmitieron el don de poder contarnos tus mágicas historias y poder formar parte de ellas. Hoy, vuelves a ser un gracioso tomate. Pichín el Tomate Parlanchín.   

De Ato Togo a

   Don Francisco Ponce,  “Paco”

Es un privilegio para mí el haberte conocido.

Eres como el trébol de cuatro hojas, difícil de encontrar,  pero que cuando lo encuentras  te trae suerte, esa suerte que yo te deseo cuando Pichin esté entre nosotros. Gracias por tu amistad 

De la Safor 

                      

Dibujo de  don Francisco Ponce  
                                                                                                                                                 

                                                                                                                                                                                                                   

sábado, 30 de septiembre de 2017


                                        Imagen de Internet 


             
      «Hace un día tan bonito que tenía que escribirte una carta […]».
John Ashbery, Pensamientos de una muchacha joven.
              Escucha, amor, mi desvarío:
 Anoche tuve un sueño. Caminaba entre almendros en flor. Y de repente, entre sus ramas, se alzó un suave viento que deshojó sus pétalos. Mientras caían como copos de nieve, acariciaban mis recuerdos. Mis manos los cogían, mis labios los besaban y mis pensamientos volaban hacia ti como frágiles golondrinas.
Fue un sueño, lo sé. ¡Pero fue tan bonito! Caminaba por unas tierras sembradas de olivos recién podados. Correteaba por viñedos de jugosos y húmedos frutos. Desde el recuerdo, gocé de un vino joven que emborrachó mis sentidos. Frágilmente, me dejaba mecer como una hoja que lleva el viento.
Esta carta es como un espejo en el que me miro. Recuerdo en él todas las primaveras que compartimos juntos.
He paseado por campos sembrados de grillos, y oído sus cantos.
He mirado las estrellas, he esperado el amanecer para ver cómo, en el horizonte de mi  memoria, nacía un nuevo día, tan bonito, como cuando nos conocimos.
Sí, amor, el día es precioso, igual que aquel día… ¿Te acuerdas? Paseábamos como siempre, felices, con una sonrisa. Siempre entrelazábamos nuestras manos, nuestras almas, nuestras miradas.
«Amor, hace un día tan bonito que tenía que escribirte una carta».
Será por el recuerdo de tu ausencia. Lo cierto es que hoy necesito decirte, decirte tantas cosas, que solo acierto a escribirte: «Amor, la noche vino colmada de estrellas; mientras, el viento susurraba en mi ventana la llegada de un hermoso día».

De la Safor



                                         
                                        Lienzo de Rodolfo Costa 

       
                              Tierra, Madre, a través de un lienzo, veo amanecer el día
contemplo tu hermosura, siento nostalgia de tus cimas, 
necesito abrazarte como lo hace una amante.
Añoro esos días cuando estos versos te escribía 

No me busques:
No me busques entre ciudades repletas de  gente, ni en calles de asfalto.
Deja que piense…
Te esperaré en los montes,
 entre sombras de helechos,
 entre  las flores silvestres,
ahí, donde se paran las horas,
donde solo el olvido de las horas perdidas, 
donde duermen los duendes.
Búscame,  me encontrarás vestida del color de la tierra,
del color del silencio que desprenden las piedras,
de la risa del viento.
Vestida  con las plumas del ave que despide al invierno.
Untada de tomillo y  romero.
Búscame, estoy durmiendo mi sueño,
riendo como ríe el viento,  con los ojos abiertos.
De la Safor


jueves, 1 de diciembre de 2016

"No es el dueño quien debe sentirse honrado por la casa, sino la casa por su dueño" (Cicerón)

                               
                                            La muerta enamorada de Théophile gautier 


                                           

                                                   Se quiebra la noche: 
Se quiebra la noche, en tantos y tantos lugares.
La esperanza de las gentes humildes se agrieta,
no callan las armas, es un planeta muerto de palabras.
Ya no queda tierra para enterrar a los muertos
Ya no quedan lágrimas, solo queda rabia.
De madrugada y cansada de tanta crueldad innecesaria,
de tantas noticias de muerte,
me dispongo a dormir. Sé que hoy, como tantos días, 
la maldad no duerme, está en vela, camina descalza.
“No perdono a la muerte enamorada”*.
no perdono a la mano capaz de tanta crueldad innecesaria,
esas manos, que amparándose en dioses, revientan al hombre,
no perdono al que derrama mi sangre, obligándome a entender sus razones.
Hoy, la noche se avergonzó, se envolvió en sus tinieblas, y se fue, 
nos dejó la maldad a los hombres, 
se mofó de nosotros y entre risas, nos regaló un nuevo día
lleno de luz, lleno de muerte, de lagrimas, de vergüenza, 
(donde las palabras escritas estaban muertas)*.
Y duele, duele cuando solo veo palabras, enfundadas en armas.
Hoy la noche camina descalza.
De la Safor.

*no perdono a la muerte enamorada.
Miguel Hernández.

jueves, 6 de octubre de 2016

Éxodo; 23, Nadie se presente a mí con las manos vacías



Soledad:

                                                  
                                                   Imagen de internet 


Ayer yo respiraba paz,  la paz de tu soledad,
la paz estaba en el aire que impregnaban tus enaguas,
la paz estaba en tus manos, cuando tú me acariciabas,
cuando peinabas mi pelo, cuando atabas mis sandalias,
cuando me dabas un beso al despuntar la mañana
tu palabra era mi paz cuando yo te preguntaba,

¿El mar nunca tiene calma? ¿A dónde van esas aguas?
¿Que busca la golondrina cuando anida en mi ventana?

Y tú, con una sonrisa, calmabas todas las olas que en mi orilla naufragaban.
—Las aguas buscan orillas, abrazan los continentes y los convierten en islas
los hombres aman la tierra que dio comienzo a sus vidas.
Palabras que sosegaban aquella existencia mía

Eras mi guía, cogida de tu mano me iba asomando a la vida  
y riendo  yo corría, ignorando aquellas vidas
que en otra orilla vivían.
Los días fueron pasando, la paz se fue alejando 
el tiempo borró aquella sonrisa dulce con la que todo lo envolvías.

Ya no atino a respirar, mi pelo se despeinó,
ando cruzando este mar, buscando esa otra orilla,
ando buscando respuestas a aquellas preguntas mías
¿Por qué abrazas continentes y los conviertes en islas?

De la Safor:  

martes, 19 de mayo de 2015

Eclesiástico, 19, (Sus ojos observan siempre su conducta.)








                                          Imagen de Internet 



Tengo mi corazón de cristal
y tras de mí dejo la abrasadora noche
con todos sus segundos, sus minutos y sus horas.

En la mañana, solo tus palabras
diciendo, bendígate la luz de la mañana.

Mis ojos son de cristal
y veo acercarse un fingido tiempo, sonriente y engañoso,
donde la mentira duerme.

Pero bendígate la luz de la mañana.

Mi boca es de cristal
y dentro tengo un badajo que llama a la oración
de aquellos que ya están muertos. 
A todos los mato el silencio,
el silencio y tu voz.

¿Qué importa? Bendígate la luz de la mañana.

Mis labios, mis labios son de cristal
y tiemblan de indignación y no pronuncian palabras,
solo babean de rabia.

Y sigues tú bendiciendo.

Tengo piernas de cristal y unos pies que no avanzan, retroceden,
ya no tienen movimiento.

Y al bendecir, tú maldices, maldices mis pensamientos.

Mis brazos, mis manos, mis dedos son de cristal
y  no te puedo abrazar y no tengo movimientos.

Y tú, y tú sigues bendiciendo.

De Lasafor:


miércoles, 29 de octubre de 2014

Los buscará, pero no los encontrará; (Oseas 2,7 )





                                           
                                                           Imagen de Internet





Abro la puerta. 

Hay niños jugando en la calle.
Una calle  de tierra recién barrida
regada por las risas de la chiquillería.
Miro al suelo: un sambori, una cuerda, unas canicas.
¡Qué atrevidas esas muchachas que sueltan las agujas
y siguen queriendo ser niñas!
Y juegan a la cuerda trenzando sonrisas 
a posibles galanes.
Solo son niñas creciendo muy deprisa.

Vuelvo la mirada y miro las paredes,
de una casa vacía
y me adentro en sus vidas.

Abro ese cajón de las cosas perdidas.
Un peluche, un trozo de  goma, una punta de lápiz,
una cuartilla con unas letras sencillas, 
una cinta rosa, un mechón de mi pelo.

Una ventana abierta,
unos ojos que miran acercarse la vida.
A lo lejos, deprisa, una nube se aleja
y se apaga una luz,
y mis manos tiemblan encendiendo una vela
alumbrando el reloj de los granos de arena.

Me miro en el espejo me devuelve mi imagen, 
de arrugas y de canas, de unos pies inseguros
y manos temblorosas.

Y la puerta se cierra.  
Entorno mis ojos y me siento a tu lado.
Solo quiero que sepas lo que deje por ti.
Una nube se aleja y se lleva mi tiempo.
Cierro mi ventana, revuelvo mis cajones
me pongo mis enaguas y sin ningún reproche
abandono mi casa.

De La Safor:            







 Éxodo 22, mi ira se encenderá y os matara a filo de espada.   Hola Pichín, hace algún tiempo que nos conocemos, bueno, que te conozco. ...